martes, 2 de junio de 2009

Derrida y su filosofía


Por: Tayron Achury
Como es sabido, Derrida apela a la "escritura" como motivo para deconstruir la "metafísica fonologocéntrica" (aunque esta expresión es una redundancia). Es notoria la condena de la escritura por parte de la gran mayoría de filósofos en la historia. La razón: la escritura queda "abandonada" lejos del emisor, con lo que entonces es susceptible de todas las malversaciones y malinterpretaciones posibles. ¿Qué se está condenando aquí en el fondo? La exterioridad del signo. La escritura es la salida fuera de sí, el signo muerto que puede ser apropiado y malversado por cualquiera que lo encuentre. ¿Cuál es el reverso, es decir, qué se valora entonces? La interioridad, la cercanía, lo propio, la inmediatez (lo no-mediado), etc. La metafísica es eminentemente "metafísica de lo propio" (incluso en Heidegger, que distingue entre existencia, entre tiempo propio e impropio). La escritura representa pues la pérdida-de-sí, la no-presencia a sí, la mediación del signo (el signo escrito es concebido en realidad como signo en segundo grado: signo de signo (del signo fonético); algo que revela a su vez el etnocentrismo occidental: la escritura china no representa signos fonéticos). La escritura genera efectos más allá del PODER del emisor, que ya no puede asistir a su discurso. La escritura es la muerte del discurso viviente. En este sentido, la notación matemática es susceptible de tratamiento mecánico que opera sin que ningún sujeto esté detrás animando esos símbolos. Todo esto, PARECE, es algo que la voz evita. La voz sólo puede emitirse en la inmediatez del diálogo (ahora puede grabarse en un "fonóGRAFO", pero esto ya es escritura). Pero más aún, el FENÓMENO de la voz tiene algo muy peculiar, y es que se "auto-reduce" (hablamos de la famosa reducción fenomenológica). En cuanto se emite desaparece (no hace falta que yo haga epojé y suspenda su empiricidad; se me da ya reducida). La impresión es de instantaneidad pues hablar es, instantáneamente, oírme-hablar. El signo fonético da la sensación de reducir su realidad empírica en el momento mismo de salir al mundo. Y más aún, en el "diálogo silencioso del alma consigo misma" parece incluso que no tengo necesidad de recurrir a ningún signo ya que la presencia a mí mismo es inmediata. Si el signo es la introducción de la no-presencia y de la mediación, entonces allá donde éste no es necesario parece que no he de salir de mi esfera de propiedad: soy presente a mí de modo inmediato; incluso aquello que pienso en su idealidad (sin recurso mundano) no escapa a mí. El logos me es absoluta, transparéntemente presente en la phoné. Pues bien, Derrida viene a demostrar que, como no hay idealidad sin el recurso a la repetición (la idealidad es aquello repetible por cualquier sujeto en cualquier espacio y tiempo) esta repetición introduce siempre ya el signo (cuya "definición" no es sino "aquello que remite y representa a otra cosa no presente"). No existe "una primera vez" sino, de modo retroactivo, cuando soy capaz de repetir (pero, entonces, ya sale de mi esfera de propiedad). El ejemplo de la firma es ilustrativo. ¿Cuándo se crea una firma, cuándo se firma por primera vez? Cojes un papel, y garabateas. Sólo cuando eres capaz de repetir un mismo signo se crea la firma. Pero entonces ¿cuál fué la primera? Sólo una vez que se ha establecido por medio de la repetición puedes mirar atrás a buscar "la primera". Pero, incluso si pudieses identificarla, ello sería porque ya eres capaz de repetirla (no exáctamente de modo empírico, claro, pero sí en su idealidad identificable, por ejemplo, por cualquiera que cobre tus cheques). Ahora bien, una vez que es repetible, es falsificable. Es decir, el momento en el que se crea la posibilidad de lo más propio (acontecimientos de firma), se crea lo más impropio (acontecimientos de falsificación). Por tanto, lo más propio es, al mismo tiempo, lo más impropio. Y la propiedad no puede constituirse sino expropiándose, la presencia es despresencia. Hay otra vuelta de tuerca con respecto al tiempo inmanente de la conciencia (en Husserl) que está muy chula. En general, "La voz y el fenómeno" es un libro excepcional. Absolutamente recomendado. A mí me sacó de una vez por todas de la hermenéutica heideggero-gadameriana y de su conservadurismo cristiano. No es casual que la hermenéutica se presente como un "revitalizar" los textos más allá de sus signos, al modo como la Consagración convierte el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo. Saludos PD.- Por cierto y por si no ha quedado claro: siendo irreductible la necesidad del signo, remitiendo incluso los "significados" a otros "significados" (y a su propia repetición), entonces todo está en posición de significante, con lo cual la "escritura" (signo de signo, significante de significante) abarca todo el campo de lo que se presenta como "real". La voz, incluso la "cosa misma", son "escritura". --------------------------------------… PD2.- En realidad no hay una "supervaloración" de la escritura, ya que la escritura de Derrida no es el signo escrito en sentido corriente (empírico). "Escritura" es el espacio trascendental constituyente del sentido, un espacio en el que incluso el "yo trascendental" husserliano es constituido por el "remitir" (signo pues, escritura) del "presente viviente" (que Husserl querría constituyente) a dos formas de no-presencia: el recuerdo primario (reteción) y la espera primaria (protención). El tiempo es, como diría, Heidegger, auto-afección pura: el "presente viviente" no puede ser lo que es, no puede ser sí-mismo más que afectándose con lo otro que él. La síntesis (¿no es el signo una síntesis de dos cosas heterogéneas: significante y significado?) de presencia y no-presencia es lo que origina la ilusión trascendental de la presencia. Pero dado que éste "origen" no es "presente" (es tan presente como no presente), entonces lo que hay en el origen es "huella", lo cual equivale a decir que no hay origen. ¿A qué viene todo esto? Pues para decir que la hermenéutica sólo aparenta valorar la escritura. En el fondo todos sus esfuerzos van en la dirección de hacerla desaparecer como escoria muerta. El "télos" de la interpretación hermenéutica es que el texto desaparezca como texto para dejar emerger el sentido puro. La hermenéutica persigue a través de toda la polisemia (concepto que se opone a la "diseminación") de significados que el texto EN SU TOTALIDAD aparezca en una parousía del sentido. Nada se habrá perdido entonces: el sentido salió de sí para consignarse en una exterioridad que finalmente queda "superada", "relevada" (augheben) y recogida de nuevo en una interioridad de sentido. Hegel ha ganado y el espíritu ha vuelto a sí mismo impoluto. Gadamer habla de "autopresentación de la palabra" y de conducir el texto al "oído interior" (si esto no es "fonocentrismo"...). El "oído interior" es en Gadamer el "criterio último" de una correcta interpretación hermenéutica: el texto "habla". También en Heidegger, lo que TOTALIZA al Dasein es una "voz", la llamada a la resolución (El ser y el Tiempo (SZ), pag. 60). Es decir, quien aplica la categoría de "voz" es la hermenéutica (y en realidad toda la metafísica). Derrida LA CRITICA como causante de la ilusión trascendental de la inmediatez de la conciencia a sí. Por otro lado, no se puede dejar de lado un aspecto religioso "tácito". Tanto Gadamer como Ricoeur fueron cristianos reconocidos además de que Heidegger comenzó su "hermenéutica de la existencia" interpretando las cartas de San Pablo. A este respecto hay que decir que Derrida era judío, no practicante (yo creo que tampoco creyente), pero sí de "cultura". Tampoco es que la intuición queda desterrada, sino que es reinscrita. La intuición tiene su lugar, pero ya no puede arrogarse ninguna posición dominante como criterio último. Derrida dice que es mediante una descripción más exigente como se puede poner en cuestión esta o aquella tesis de la fenomenología. El reto de la deconstrucción es que absteniéndose de toda seguridad, no renuncia al pensamiento. Que no haya sentido PLENO no quiere decir que no haya sentido en absoluto, sino que las condiciones de posibilidad de "producción" del sentido son al mismo tiempo sus condiciones de imposibilidad.